Todo comenzó en la realización de la matrícula, donde debía elegir que especialidad (sobre la cual ahora entiendo que debería ser una asignatura obligatoria, para que todos los alumnos concibiéramos la educación de calidad basada en la inclusión a través de una implicación y participación activa de toda la comunidad educativa) sobre la cual quería basar mi formación. Ciertamente, la escogí con ciertos fundamentos y no, como otros que lo hicieron por descarte (a los cuáles deseo que hayan adquirido conocimientos, y que hayan cambiado su opinión acerca de la educación). De ahí que ya partiera con ciertas ideas previas que, a groso modo, mis compañeros y la docente compartían. Y digo a groso modo, porque no tenía conciencia de todos los conocimientos que sería capaz de integrar en tan poco tiempo.

Los primeros días fueron caóticos, todo se mostraba tan diferente, tan fuera de lo que nosotros llamamos "realidad educativa", que no sabíamos como reaccionar. El trabajo era bien sencillo, y el método de trabajo muy enriquecedor (cosa que descubrimos tiempo después) y sin embargo, eramos incapaces de obtener ideas claras. Uno de los factores que influyeron en él, fue la incapacidad de asunción de cada uno su propio rol, de manera que las funciones se intercambiaban continuamente. Nuestra intención fue buena, superar un gran reto en poco tiempo al distribuir los roles para superar las carencias, es decir, intentamos que cada uno afrontara sus miedos que hasta ahora llevaba arrastrando mucho tiempo. Por tanto una vez cumplidos, obtuvimos un sentimiento de satisfacción y aumento de la autoestima, que nos llevó hacia un trabajo algo mas complicado de realizar con otros compañeros, desde una actitud muy diferente y positiva.
Este trabajo, el cual consistía en un mapa conceptual a cuatro bandas, resultaba para mí algo repetitivo. Y no fue hasta bastante después, cuando comprendí que el objetivo no se basaba en realizar un mejor o peor mapa conceptual. Sino en algo mucho mayor, atender a la diversidad como un pilar de aprendizaje a través de escuchar compañeros de distintos equipos.
De esta manera en verdad, lo que se trataba eran dos cosas fundamentales: la interiorización de los conceptos y características tratadas en el trabajo anterior, así como de forma transversal, la eliminación de barreras, el fomento de la creatividad, así como ciertos valores como la empatía y la tolerancia ante la frustración.
El último, y mas engorroso trabajo, se basaba en un proyecto final donde debíamos plasmar todo lo aprendido hasta ahora. Aún no ha llegado mi turno, y sin embargo, no concibo los nervios que tuve en las ocasiones anteriores debido a que ahora si creo realmente en lo que digo. Es cierto tengo miedo, y mucho a fracasar, pero nadie regala nada y el éxito solo se puede conseguir a partir de trabajo y esfuerzo. Me queda mucho por aprender, muchos recursos que utilizar y sobre todo de mostrar toda la ilusión y las ganas de conseguir una transformación, aunque ésta se reduzca al centro en el que en un futuro próximo trabaje, e incluso en mi aula. Porque yo seré la responsable de mis alumnos, y no debo permitir que sea una generación perdida únicamente porque el método tradicional sea más sencillo de llevar a cabo.
Esta asignatura ha conseguido romper muchas barreras que yo tenía impuestas como consecuencia de la educación que han llevado conmigo. Sin embargo, si estoy aquí es gracias a esos docentes, amigos y familiares que me han ayudado a mantener unos ideales, que hasta hace poco creía casi imposibles de llevar a cabo en mi aula. Por fin he conseguido ver un camino hacia algo posible, algo efímero y que además proporciona grandes resultados académicos.
Quizás sea la hora de un cambio, un cambio educativo que solo desde los escalones más bajos seamos capaces de llevar a cabo, a través de una lucha incesante.
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